Leyendas y arquetipos del Romanticismo español, Segunda edición
39 Fernán Caballero “En la noche del segundo día estaba sentada la Hija del Sol en la galería de su jardín: Francisca lo estaba a sus pies. La luna se levantaba pura y tranquila, como un corazón exento 1 de pasiones y de inquietudes. —Mi ama—dijo Francisca, poniéndose de un salto en pie—, ahí está el señorito de las Navas. ¿No ha oído su mercé la señal? —No es posible,Francisca—respondió azorada 2 y con corazón palpitante la Hija del Sol. —Escuche, mi ama, escuche—repuso la negra. La Hija del Sol aplicó el oído, y oyó distintamente el silbido particular que usaba las Navas para darse a conocer. “Francisca corrió a buscar la llave del postigo, corrió hacia él, lo abrió, y las Navas, envuelto en su capa, entró con paso acelerado. “Pero Francisca no pudo volver a cerrar el postigo, porque le empujaron dos hombres que entraron y siguieron a las Navas. “Sobrecogida 3 de un asombro que la paralizó, la negra no pudo ni moverse, ni gritar. Los que habían entrado alcanzaron a las Navas, y antes que pudiese defenderse ni parar el golpe, le clavaron 4 sus puñales 5 en el pecho. Las Navas cayó sin dar un gemido; cuando le vieron tendido en el suelo, los asesinos huyeron. “Por algún tiempo el más profundo silencio siguió reinando en aquel lugar, mudo testigo de la catástrofe. Francisca permanecía paralizada bajo la doble impresión del espanto y del horror. La Hija del Sol yacía 6 desmayada sobre las gradas de mármol de la galería; las Navas no daba señal de vida! La luna plateaba tranquilamente este cuadro, y las flores lo embalsamaban. 7 “Al cabo de un rato, vuelta Francisca en sí por la activa angustia que sucedió a su pánico espanto, vuela hacía su ama, a quien ya mira deshonrada y perdida, la coge en sus brazos, la despierta, la anima. —¡Ama mía! ¡ama mía!—exclama—. Sois perdida si aquí hallan ese cadáver! Ama mía, vuestra honra y vuestra suerte dependen de lo que podamos hacer en estos momentos; ¡y son contados! Es preciso sacar de aquí ese cadáver que os compromete. ¡Valor,mi señora, valor! Si no lo hacéis por vos, hacedlo por el amo! Saquemos de aquí ese cadáver para evitar el escándalo y la afrenta. Ayudadme a arrastrarlo a la Albina, que yo no puedo hacerlo sola. “Y la valerosa negra arrastra a su infeliz ama, y la obliga a ayudarle a arrastrar 8 el cadáver a la Albina. 1 libre 2 asustada, sobresaltada 3 sorprendida, intimidada 4 stabbed 5 dagas 6 estaba tendida, echada 7 perfumaban 8 llevar tirando por el suelo Acróstico forzado My Mirteo , en la mano de María Gertrudis Hore, Ms 3751. Reproduced from DoñaMaríaGertrudis Hore (1742 - 1801), vivenciadeunapoetisagaditanaentreel sigloy la clausura (2004) by Frédérique Morand. Copyright © 2015 Frédérique Morand. Used with permission [Mymirteo.jpg]. Alt text: Fotografía digital de un poema con la indicación en la parte de arriba “Octava acróstica forzada.” Es de ocho versos llanos dodecasílabos con rima consonante en el esquema ABABABCC, las letras iniciales formando en sentido vertical la frase “Myrteo my” y todos los versos unidos por la letra final o . La poetisa representa estas relaciones gráficamente, apareciendo las letras iniciales arregladas sobre una línea de fondo virada noventa grados en sentido derecho, así que la correspondencia entre las letras es la normal. La o final de los versos no es repetida, sino situada a la derecha del poema, más o menos al nivel del cuarto verso, los versos con sendas líneas de punto indicando su relación con ella. El poema parece ser un caligrama de una jaula, en que las letras iniciales, mayúsculas y en letra negrilla, representan la base, los versos y las líneas de punto, curvas, son los alambres. La pieza dice: Mi tierno amor a tu lealtad confío Y solo en ti reposa mi cuidado. Rigores abandona el pecho mío, Todo a tu dulce afecto dedicado. En tu poder entrego mi albedrío, Ostenta el mando que mi fe te ha dado, Mis caprichos se rinden a tu ruego, Ya en mí no hay voluntad pues te la entrego.
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