Leyendas y arquetipos del Romanticismo español, Segunda edición
188 Leyendas y arquetipos del Romanticismo español —¿Se burla usted?... ¿Cree acaso que esa es una cruz santa como la del porche 1 de nuestra iglesia?... —¿Quién lo duda? —Pues se engaña usted de medio a medio; porque esa cruz, salvo lo que tiene de Dios, está maldita... 2 esa cruz pertenece a un espíritu maligno, y por eso le llaman la Cruz del Diablo. —¡La Cruz del Diablo!—repetí cediendo a 3 sus instancias, 4 sin darme cuenta 5 a mí mismo del involuntario temor que comenzó a apoderarse de mi espíritu, y que me rechazaba como una fuerza desconocida de aquel lugar;— ¡La Cruz del Diablo! ¡Nunca ha herido 6 mi imaginación una amalgama 7 más disparatada 8 de dos ideas tan absolutamente enemigas!... ¡Una cruz... y del Diablo!!! ¡Vaya, vaya! Fuerza será que en llegando a la población me expliques este monstruoso absurdo. Durante este corto diálogo, nuestros camaradas, que habían picado 9 sus cabalgaduras, se nos reunieron al pie de la cruz; yo les expliqué en breves palabras lo que acababa de suceder 10 ; monté nuevamente en mi rocín, 11 y las campanas de la parroquia 12 llamaban lentamente a la oración, cuando nos apeamos 13 en el más escondido y lóbrego 14 de los paradores 15 de Bellver. II Las llamas 16 rojas y azules se enroscaban 17 chisporroteando 18 a lo largo del grueso 19 tronco de encina que ardía 20 en el ancho 21 hogar 22 ; nuestras sombras, que se proyectaban temblando sobre los ennegrecidos muros, 23 se empequeñecían o tomaban formas gigantescas, según la hoguera 24 despedía resplandores más o menos brillantes; el vaso de saúco, 25 ora 26 vacío, ora lleno, y no de agua, como cangilón 27 de noria, 28 había dado tres veces la vuelta en derredor del círculo que formábamos junto al fuego, y todos esperaban con impaciencia la historia de la Cruz del Diablo, que a guisa de 29 postres 30 de la frugal cena que acabábamos de consumir se nos había prometido, cuando nuestro guía tosió 31 por dos veces, se echó al coleto 32 un último trago 33 de vino, limpiose con el revés de la mano la boca, y comenzó de este modo: Hace mucho tiempo, mucho tiempo, yo no sé cuánto, pero los moros a ocupaban aún la mayor parte de España, se llamaban condes 34 nuestros reyes, b y las villas y aldeas 35 pertenecían en feudo 36 a ciertos señores, 37 que a su vez prestaban homenaje 38 a otros más poderosos, cuando acaeció 39 lo que voy a referir 40 a ustedes. Concluida esta breve introducción histórica, el héroe de la fiesta guardó silencio durante algunos segundos como para coordinar sus recuerdos, y prosiguió así: —Pues es el caso que, en aquel tiempo remoto, esta villa y algunas otras formaban parte del patrimonio 41 de un noble barón, cuyo castillo señorial 42 a Término que tiene su origen en el griego maûros , quiere quiere decir oscuro, en referencia a la piel. A base de esta palabra los griegos y romanos nombraron Mauritania y se referían a personas del norte de África. La palabra moro se usa en España desde la época medieval para referirse generalmente a personas del norte de África y a los musulmanes. El término confiere otredad. b En el siglo XI varios de los estados que formarían parte de la España moderna eran condados, como los de Castilla, Aragón y Barcelona. 1 pórtico, entrada 2 cursed 3 consintiendo, aceptando 4 ruegos, insistencia 5 darse cuenta : to realize 6 insultado, ofendido 7 combinación 8 absurda 9 espoleado, spurred 10 ocurrir 11 caballo feo y flaco 12 parish 13 nos bajamos 14 triste y oscuro 15 mesón, fonda o restaurantre 16 flames 17 colied & twisted 18 sparking & crackling 19 gran 20 se quemaba 21 gran 22 chimenea 23 paredes 24 fuego 25 elder wood 26 ahora 27 bucket 28 waterwheel 29 a modo de, como 30 desserts 31 coughed 32 echarse al coleto : drink down 33 swallow 34 counts 35 pueblos pequeños 36 contrato feudal 37 lords 38 pagaban tributo 39 ocurrió 40 contar 41 estate 42 noble, feudal
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