Leyendas y arquetipos del Romanticismo español, Segunda edición

xv Prólogo los del derecho natural y el mérito individual. Los aristócratas defienden su superioridad social y su derecho de dirigir la sociedad basándose en quienes son, literalmente por ser descendientes de personas importantes del pasado y haber heredado de ellos una superioridad genética y vital. Los burgueses mantienen que todos son naturalmente iguales y que el mérito confiere el derecho a la dirección social, es decir que los hombres más inteligentes y más aplicados merecen gobernar, sin importar el parentesco o el origen familiar. Aunque este concepto de ascenso social no se aplicaba igualmente a todos los grupos sociales (a las mujeres y las personas de color por ejemplo), se incluye en muchas de las constituciones decimonónicas bajo el concepto de libertad individual y señala el final del antiguo régimen. La filosofía que guía las revoluciones burguesas es la ilustrada, pero la autoconciencia social cultivada a lo largo del siglo XIX es influida por movimientos artísticos que proyectan imágenes de una identidad nacional común. Entre los movimientos literarios del siglo XIX, el Romanticismo, el Realismo y el Costumbrismo español son de principal importancia en la proyección de la identidad. Estos movimientos exploran la identidad social y nacional desde aproximaciones distintas. La aristocracia, por su parte, tiene una identidad social muy elaborada que en el antiguo régimen informa y proyecta su sentido de ser a través de palacios, decoración, escudos de armas, retratos, moda, joyería, poesía, novela, teatro, ritos y ceremonias. Esta identidad está íntimamente ligada al estatus social histórico por medio de los títulos nobiliarios y los apellidos. A la burguesía del siglo XIX le falta una identidad que corresponda a su nuevo protagonismo social, económico y político. Ocurre a la vez una gran expansión de los medios de comunicación, especialmente de la prensa, facilitada por avances tecnológicos como el telégrafo y la prensa rotativa de vapor. Esta producción mediática se corresponde con el consumo de información por parte de la nueva clase urbana cada vez más cosmopolita. La publicación de poesía y narrativa tiene una estrecha relación con las publicaciones periódicas de la época. Muchos autores trabajan en la edición de periódicos y revistas, y es frecuente publicar hasta novelas en los periódicos. Estas novelas se llaman “novelas por entregas” y se publican por capítulos, mensual o semanalmente en revistas y periódicos. La novela por entregas es un fenómeno europeo y grandes escritores españoles, tales como Juan Valera, Emilia Pardo Bazán y Benito Pérez Galdós, publican obras importantes de esta forma. Las entregas pueden publicarse directamente en las planas del periódico o en folletines insertados en las planas. Los folletines también pueden ser de obras teatrales y constituyen un paso intermedio muy económico entre la cultura oral y la compra de novelas encuadernadas o la asistencia al teatro. En este sentido el folletín y el periódico, como objetos culturales materiales, facilitan y representan el ascenso de la clase burguesa. La imaginación cultural de la primera mitad del siglo XIX está fuertemente marcada por el Romanticismo, cuya estética se contrapone a la de la Ilustración. En la cultura de la Ilustración domina el Neoclasicismo, un movimiento artístico que enfatiza la razón, la mesura, el equilibrio entre el bien social y la realización individual, y las reglas o preceptos formales del arte. El movimiento es denominado neoclásico por inspirarse en el arte clásico de Grecia y Roma (ss. V–IV a.E.C. y ss. VI a.E.C.–V E.C.), y su meta no es

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